Cáritas Beni, Trinidad
Me llamo Paolo Venturi y nací en Verona, una ciudad del norte de Italia. Antes de ser catapultado al otro lado del océano, trabajé como profesor de apoyo en una escuela primaria. Me encanta estar rodeado de niños. Todo comenzó en 2019 cuando, con una mochila llena de sueños, partí hacia Bolivia con la curiosidad de descubrir un nuevo mundo. Aterricé en Riberalta, la ciudad a las puertas del Amazonas, donde empecé por pura casualidad a ayudar en un hogar de niños. Fue una experiencia que me abrió el corazón y que aún recuerdo con una mezcla de nostalgia y felicidad.
Cuando volví a Italia después de un año, empezó la pandemia y pasé de la energía explosiva de Sudamérica a estar encerrado en casa. Esto me hizo reflexionar mucho sobre algunas prioridades de la vida, sentí la necesidad de revivir aquellas emociones, aquellas sonrisas que ahora parecían lejanas.
Así que decidí marcharme de nuevo, con ganas de volver a aquellas tierras que me habían hecho sentir verdaderas y profundas emociones. Por suerte, encontré el programa “EU Aid Volunteers”, en el que se podían solicitar varios proyectos en todo el mundo; no lo dudé: por supuesto, ¡Bolivia!. En un mundo que llevaba mucho tiempo enfermo, sentí la necesidad emocional y física de formar parte de un proyecto de cooperación internacional que hiciera latir mi corazón como aquella primera vez y me hiciera sentir parte de una familia mucho más grande llamada: humanidad. El destino quiso que pasara la selección para un proyecto en la ciudad de Trinidad con el apoyo de la ONG PS Cáritas Beni. Aquí trabajé en ocho comunidades indígenas y campesinas de las provincias Cercado y Marban, del departamento del Beni y una de las principales actividades fue el apoyo en campañas, acompañamiento y orientación en derechos humanos, comunicación y medio ambiente.
Además, inicié un pequeño proyecto propio con los niños de una escuela en una comunidad campesina, Primavera, a 140 km de la ciudad, enseñando inglés y ayudando en las actividades extraescolares. El objetivo a largo plazo sería también crear una biblioteca para que los niños puedan disfrutar plenamente de su derecho al estudio. Gracias a esta experiencia, he aprendido a apreciar las pequeñas cosas cotidianas que antes solía dar por sentadas.
Como parte del proyecto de fortalecimiento de las comunidades indígenas y campesinas, ayudé y coordiné varios talleres de identidad cultural para dar a conocer a jóvenes y adultos sus raíces para que se transmitan de generación en generación. Aquí hay una foto de un hermoso recuerdo en la comunidad de “Nueva Alianza” con todos los participantes.
Uno de mis momentos favoritos: recibir a los niños en la escuela de la comunidad “Primavera” después de un largo viaje desde la ciudad de Trinidad. Aquí, dos días a la semana, enseño inglés y ayudo en las actividades extraescolares. Sus sonrisas me hacen sonreír… ¡es contagioso!